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sábado, 21 de octubre de 2017

EL MIRLO



Ese mirlo que canta y acompaña
mis pasos cuando regreso a casa
es el mismo al que un día amé,
y me parecía que en aquellos días
sólo podía entonar celestes notas.

Nunca nos dejó atisbarlo entre las
ramas de los olmos centenarios,
acaso su fosco plumaje  desdibujara
la perfección de su canto...

A menudo, avanzada la noche
me trae entretejidos plañideros
trinos de pena y certidumbre,
incluso parece que le costara
arrancar el llanto, o que su cuerpo
hubiera perdido toda brevedad...

Pero  una vez engrandecido
su pulmón minúsculo,
su mulso canto
va cobrando nuevos pulsos
a medida que recorre
el silencio emboscado de
de la calle aún inviolada...
y, aunque se apodera de mí
cierta tristeza lejana,
me apacigua sentir su presencia allí,
en las copas más altas de los plátanos…

y me otorga nuevas ansias
de reconciliarme de nuevo
con la luz y la mañana.


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