Qué dicha la nuestra, salir a media tarde
del conglomerado urbano
hacia los campos (allí donde
la ciudad se ha cansado de guardar
las formas )
y con nuestra sola voluntad
de airear pesares y trabajos,
de pronto, tropezarnos súbitamente
con Septiembre y su paleta de tostados,
y perdernos por hayedos infinitos,
sentir cómo enrojecen campos y viñedos..
Y si tanta grandeza aún no nos bastara,
poder admirar aún este oloroso fruto
de color amarillo cadmio
que ha florecido en un rincón
del minúsculo jardín.
Cuando la última luz terrosa
alcanza sus copas de soslayo,
van adoptando sinuosas formas,
cuerpos desnudos de tonalidades ocres
que muestran la impudicia de sus
fecundos vientres... hay tardes
calurosas en las que me siento
a contemplarlos, y puedo oler el
regusto dulce de su mulso aliento..
Y me digo, a veces, qué loco impulso
nos empuja a perseguir siempre la belleza,
y cuánta belleza
puede resumirse en cada una
de estas imperfectas curvas.
del conglomerado urbano
hacia los campos (allí donde
la ciudad se ha cansado de guardar
las formas )
y con nuestra sola voluntad
de airear pesares y trabajos,
de pronto, tropezarnos súbitamente
con Septiembre y su paleta de tostados,
y perdernos por hayedos infinitos,
sentir cómo enrojecen campos y viñedos..
Y si tanta grandeza aún no nos bastara,
poder admirar aún este oloroso fruto
de color amarillo cadmio
que ha florecido en un rincón
del minúsculo jardín.
Cuando la última luz terrosa
alcanza sus copas de soslayo,
van adoptando sinuosas formas,
cuerpos desnudos de tonalidades ocres
que muestran la impudicia de sus
fecundos vientres... hay tardes
calurosas en las que me siento
a contemplarlos, y puedo oler el
regusto dulce de su mulso aliento..
Y me digo, a veces, qué loco impulso
nos empuja a perseguir siempre la belleza,
y cuánta belleza
puede resumirse en cada una
de estas imperfectas curvas.
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