En estos
días de lluvia
es difícil
no meterse para adentro.
La casa
entera duerme,
duermen los
niños y hasta el perro
descansa a
los pies de la cama,
ajeno a mis
tribulaciones,
inmóvil y
dócil como un tapiz flamenco.
Para ser
sincero, agradezco este despertar
silente y
mortecino pues es del todo fiel
a la
tristeza que habita desde hace días
mis
rincones
y que
reposa felizmente
en la
espera
satisfecha
de
encontrar este espacio
tan fecundo
y tan propiamente mío.
Pronto se
llenará la casa de voces,
y olerá a
café y a vida fresca.
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