Como pálida
luz que se disipa
te vas
borrando.
Yo, tan
miedosa como he sido siempre
al agua
fría, a quitarme los esparadrapos
de cuajo,
¿de qué otra manera
podría
despegarte,
sino
lentamente, silenciosamente,
doliendo
cada tirón, cada vello arrancado
de un
plumazo, relamiendo cada lágrima,
congelando
cada segundo
en el que
sólo oía tu nombre
cada
segundo,
cada segundo,
como gotas
de lluvia
primerizas,
tu nombre
tu nombre
en la
almohada
en la ducha
en el cajón
de los cubiertos
y ahora, no
sé cómo,
poco a
poco,
sin ruido,
sin deudas,
sin ni
siquiera reivindicar
aquella
conversación pendiente,
te vas
borrando.
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