Los demás
hoy no te hacen sombra.
Tienen sus
cosas, seguro, pero sólo tú,
tercero y
casi vencido,
eres dueño
de mi júbilo.
¿Pueden
tener olor estas cinco letras?
Porque te
estoy oliendo, o mejor,
me he
inventado tu olor y a mi manera
te huelo y
te espero, siempre, a mi manera
casi desde
los estertores del invierno.
Pero has
venido, por fin, esta tarde,
cargado de
regalos. Al granado han
asomado yemas
nuevas, y el naranjo
hace días que
se cose un traje nuevo.
Y yo,
tan ciega,
buceando en el invierno,
sin verte,
y estabas
aquí,
esperando a
que te abriese la puerta.
La misma
por la que ha escapado él torpemente.
Parece que
también le entró la prisa
de
encontrarse caras nuevas.
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