Esta noche,
mientras salgo de vinos,
he dejado
programado un poema en la Thermomix.
A mi cargo
solo queda la cuestión de programación
y de
pesaje.
Quiero un
poema que adelgace, libre de calorías,
tan solo
tres o cuatro rimas asonantes. Si lo cargo
demasiado
tendré que programar la máquina
más tiempo,
y saldrá un poema denso,
y costará
comerlo y digerirlo. No tenía metáforas
por la
nevera, pero pienso que un par de comparaciones
son más
ligeras. Tampoco abusaré de los adjetivos,
y si son
muy rimbombantes, (los compré congelados
y al peso)
los paso por el juego de cuchillas
y los
mezclo en la Varoma con unos cuantos nombres.
La mariposa
mezcladora -que dicen que es para postres-
le dará el
toque estilístico que necesita mi poema,
Allí pongo
metonimias, hipérbatos y aliteraciones
-las sobras
de otros días, lo que llaman ropa vieja-
Y ella
amasa silenciosa como un ejército de hormigas
hasta
formar una crema delicada y compacta de
exquisita
presencia.
Mi robot es
tan perfecto, que lo puedo programar
para
aplicar ritmos dactílicos o yámbicos según la ocasión.
Y por el
mismo precio, (el precio de cuatro o cinco vinos)
mientras
mezcla y emulsiona me corrige cualquier fallo
de
escansión,
aunque esta
noche no estoy para florituras poéticas,
ni
estructuras rígidas,
pienso que
una prosa rítmica con alguna anáfora
me vendrá
bien para conciliar el sueño, pues
hace tiempo
que me vengo desvelando
con la
cuestión poética,
sueño que
quiero alcanzar mis versos
que se
asoman a un abismo
se resbalan
en mis dedos
y terminan
estrellados contra el suelo.